lunes, 14 de marzo de 2011

ARTÍCULOS EN PRENSA DE LA DIVISIÓN AZUL



Estos últimos días han salido publicados varios artículos en distintos medios con relación a " La División Azul" de Jorge M. Reverte.


Os dejamos aquí un extracto de  informativos culturales de Telecinco y una serie de enlaces a los distintos artículos:


Jorge M. Reverte asegura que su padre apostó por el silencio sobre la Division Azul


El escritor Jorge M. Reverte, autor de "La División Azul. Rusia, 1941-1944", asegura que su padre, el periodista Jesús Martínez Tessier, apostó por "guardar silencio" sobre su participación en ese episodio histórico, "traumatizado", aunque no arrepentido, de haber colaborado con el régimen de Hitler.

Reverte asegura en una entrevista con Efe que su padre asumía su participación en la División Azul como "una responsabilidad", algo que "formaba parte de su destino" y de lo que "no mostraba arrepentimiento".
"Él no debía sentirse culpable, ni mucho menos, de haber cometido crímenes, y por eso no se arrepentía", según Jorge M. Reverte (Madrid, 1948), quien sin embargo asegura que a su padre "no le gustaba esa parte de la historia", lo que hizo que, "como tantos", decidiera guardar silencio sobre su participación en esa aventura militar poco afortunada.
A pesar de que ese silencio hizo que ambos no hablaran mucho de esa cuestión, Jesús Martínez Tessier dejó a su hijo unos diarios, que se acaban justo en el momento en que entra en combate en la División, y unas memorias en las que el escritor ha podido ahondar en esa parte de la vida de su progenitor.
Martínez Tessier -que fue director del departamento de Internacional de la agencia EFE a finales de los setenta- formaba parte de un grupo de falangistas que "tenía que hacerse perdonar por haber participado en el lado republicano en la guerra" y, como tantos, quería demostrar "que era leal a la causa", explica su hijo.
La "curiosidad" de saber qué movió a 47.000 "chavales" a "meterse en un berenjenal" al alistarse como voluntarios para invadir la Unión Soviética y luchar contra el enemigo judeo-bolchevique fue lo que motivó este ensayo histórico, que ha cambiado "totalmente" la interpretación del escritor sobre la División Azul.
El denominador común de los jóvenes divisionarios, según Jorge M. Reverte, era el de estar poseídos "por una fiebre combativa y destructora, desarrollada desde la guerra de África, difícilmente comprensible en nuestros días".
Según el autor de ensayos históricos como "Soldados de poca fortuna", en colaboración con su padre y su hermano Javier Reverte, y otros como "La batalla del Ebro" o "La batalla de Madrid", el de la División Azul es uno de los capítulos "más vergonzosos", ideológicamente, de la historia militar española.
"Franco decidió colaborar en la Segunda Guerra Mundial con uno de los peores genocidas de la historia, Hitler, aunque enfrente estuviera otro gran genocida: Stalin", asegura Reverte, quien sin embargo apostilla que entre los voluntarios había "de todo: gente muy noble y otros muy canallas".
A medida que avanzaba en su investigación, la interpretación que el escritor tenía sobre la División Azul iba cambiando, aunque añade que, desde el punto de vista ético, su posición es la misma.
"Yo no sabía que era tan importante la ideología nacional-católica en la División Azul", subraya Reverte, quien asegura que éste no fue solo un movimiento falangista, y afirma que mientras que las Iglesias alemana e italiana protestaron contra el régimen de Hitler, la Iglesia española "jamás protestó contra sus matanzas, a pesar de que tuviera noticias claras de ellas".
Del interés que suscita la División Azul da idea de el hecho de que el blog del libro haya recibido cerca de 20.000 visitas desde que se abrió el pasado sábado. (...)

Para acceder al artículo completo:

Otros artículos:










martes, 8 de marzo de 2011

ENTREVISTA EN CANAL 24H.

Hoy a las 22:00 entrevista a Jorge M. Reverte en Canal 24 H.

EL VÍDEO DE LA DIVISIÓN AZUL

La Comuna Vertical  presenta La división Azul en Vídeo:
El 22 de junio de 1941, nada más conocerse la noticia de que el ejército alemán había iniciado la operación Barbarroja, la invasión de la Unión Soviética, miles de españoles se echaron a la calle pidiendo la entrada de España en la guerra. Franco, que dudaba sobre si entrar o no en la contienda para apoyar a Hitler, decidió ganar tiempo enviando una división de 18.000 hombres que combatirían, como una división alemana, la 250, en el frente del Este, A las pocas horas, se habían presentado cientos de miles de voluntarios.


lunes, 7 de marzo de 2011

LA DIVISIÓN AZUL: Capítulo I

Vladimir baldseski


El cuerpo que pende de la soga es el de un hombre vestido de paisano. A pesar de que el último gesto de agonía se le ha quedado grabado en el rostro, se puede ver bien que se trata de un joven. El cartel que le han prendido en el pecho está escrito en alemán y en ruso y en él se explica que se trata de Vladimir Baldseski, que era judío y tenía veinticuatro años. También está narrado de forma sucinta el crimen por el que fue sentenciado a la horca: apuñaló a un soldado alemán.

La información tiene un carácter desigual. La gravedad del delito pretende explicar la severidad del castigo. Pero ¿añade algo la condición de judío del ejecutado? Los soldados voluntarios españoles van aprendiendo que sí. Según transcurre el tiempo que gastan en acercarse al momento triunfal de la entrada en Moscú, los ejemplos se van acumulando. La cuestión de los judíos es muy relevante para los alemanes a los que han venido a ayudar.

Baldseski no es un caso único. Los expedicionarios españoles que han llegado a Vítebsk después de una nueva jornada de ocho horas de marcha a pie que comenzó a las siete menos cuarto de la mañana, han visto, y van a ver muchos más, otros cuerpos desmadejados que los verdugos dejan a la intemperie para que su visión sirva de escarmiento a quienes puedan sentir la tentación de unirse a las fuerzas partisanas que, según la propaganda nazi, se reúnen en los bosques para hostigar a las tropas del Heer,el ejército de tierra alemán.

En esta ocasión, como en casi todas, se ha escogido un lugar de paso frecuente, la plaza de la ciudad, para que la exhibición tenga mayor eficacia propagandística. Baldseski, lo que queda de él, se balancea con los miembros extendidos en reposo, y una postura del cuello casi inverosímil, con la cabeza ligeramente inclinada hacia delante. La boca y los ojos están abiertos, y sus pantalones manchados, porque la muerte afloja los esfínteres.

El soldado Jesús Martínez apunta en su diario las circunstancias, las pocas circunstancias, que el cartelón enuncia, y con ello le da una cierta proyección de futuro al acto de rebeldía del chaval ejecutado, que tiene una edad parecida a la suya. Los expedicionarios han visto durante la jornada de marcha los restos de una gran batalla. Muchos esqueletos de carros de combate rodeados de trincheras individuales destinadas a proteger a quienes eran los encargados de abastecerlos. Chatarra bélica por todas partes. Y los bosques mutilados por la metralla.

La ciudad les ha recibido mostrando las huellas de una devastación hasta ahora desconocida para sus ojos, que ya estaban entrenados en el oficio de ver ruinas por su experiencia de la guerra de España. Puede ser que los edificios destruidos lleguen al 95 %. En la estación de ferrocarril hay varios trenes también destruidos. Todo en Vítebsk son amasijos de hierro y escombro. Por las calles, deambulan personajes fantasmales que se dirigen a algún destino seguramente tan incierto como el punto de partida. Es la estampa humana que se repite desde que han llegado a Rusia.

Hombres con gorrillas de corta visera y mujeres con un pañuelo en la cabeza. Colores desvaídos de la ropa, movimientos trabajosos, ojos humillados.

Por supuesto, hay muy poca gente en la calle. ¿Dónde están los habitantes de Vítebsk? Hasta hace poco, hasta primeros de julio, cuando los alemanes consiguieron conquistarla, la capital de Bielorrusia tenía una población de más de trescientos mil habitantes, de los cuales cincuenta mil eran judíos. Los soviéticos evacuaron a muchos; otros, se quedaron por los alrededores, camuflados en los bosques, intentando sobrevivir, sin estar preparados para unirse a las organizaciones partisanas, que aún no existen aunque la propaganda alemana dice que sí. Hay muchos miles que no se han podido marchar. Son de Vítebsk, pero también los hay de Polonia, de donde huyeron ante el avance nazi. Su marcha se ha parado en la ciudad. Las autoridades soviéticas les dieron la oportunidad de adoptar la nacionalidad en 1939, pero muchos no quisieron. Una buena cantidad de judíos polacos pidieron volver a Polonia, y les hicieron apuntarse a una lista. En lugar de acceder a sus peticiones, han sido deportados a Kazajstán.

Ninguno sabe que eso les ha salvado la vida, por mucho que les hayan metido en un infierno. Parece una mala broma. Los que quedan están recluidos en una pequeña porción de terreno amueblado por las ruinas de las que fueron casas de alguien. Algunos salen del encierro para trabajar en brigadas forzosas, y a cambio reciben una ración de trescientos gramos de pan. Los demás no reciben nada, no comen.

De cuando en cuando, algunos de los que se hacinan entre los escombros del recinto, un barrio de las afueras muy cerca de la estación de ferrocarril, intentan escaparse. Por la ciudad se escuchan disparos cada poco, que ya no sobresaltan a nadie. Fuera del gueto, los soldados alemanes pueden matar a todos los judíos que es venga en gana. Cada soldado alemán puede hacerlo.

Es 28 de septiembre de 1941. Setenta años después, y en fecha parecida, no hay ahorcados en la plaza. Es otoño ya, pero todavía se pueden capturar algunos rayos de sol en Vítebsk, una ciudad de tamaño medio, provinciana, que forma parte de Bielorrusia.

Hay algunas cosas destacables en su paisaje urbano, como la iglesia católica de Santa Bárbara, o la modesta casa donde nació el pintor Marc Chagall.

La ciudad tiene ese aire confuso de lo que ha sido reconstruido, donde lo que se proclama centenario reluce como nuevo. Es una urbe que ha crecido en los últimos años imitándose a sí misma.

Hace setenta años varios miles de españoles pudieron ver, intactas, las ruinas sobre las que se yergue ahora Vítebsk. Se dirigían a Moscú para desfilar victoriosos ante el Kremlin, pero en Vítebsk recibieron la orden que les desvió de esa ruta. Acabaron a las puertas de Leningrado, antes y ahora llamada San Petersburgo, y colaboraron en el sitio de la gran capital de la Revolución de 1917, que Hitler quería rendir por hambre y hacer desaparecer de la faz de la Tierra. Mataron a muchos soldados soviéticos, murieron muchos de ellos en el empeño y asistieron, como invitados de segunda clase, como cómplices unas veces activos y otras pasivos, a unade las mayores canalladas de la historia universal.

Esos miles de españoles vieron las ruinas de Vítebsk, destruida durante los combates entre el ejército alemán y el soviético.

Y vieron el cuerpo de un ahorcado, un judío de veinticuatro años llamado Vladimir Baldseski, que colgaba enla plaza principal con un cartelón fijado en el pecho, escrito en ruso y alemán, en el que se especificaban su nombre, su raza y el delito que le había conducido al cadalso: había apuñalado a un soldado alemán. Muchos mostraron su espanto ante la imagen, que no era otra cosa sino la plasmación de su tarea. ¿No decía la llamada que provocó su alistamiento que iban a luchar contra el judaísmo, la masonería y el comunismo? ¿No decía que iban a exterminar Rusia?

Baldseski formaba parte de eso. Y los disparos ocasionales que escuchaban a cualquier hora del día, también.

Hace setenta años había en Vítebsk cincuenta mil judíos vivos. Hoy de ellos no queda nada, porque ninguno, absolutamente ninguno, sobrevivió a la invasión nazi. Los habitantes de Vítebsk no les recuerdan. Tienen otras cosas en las que pensar. Tampoco muestran más sensibilidad sobre el país las naciones democráticas de todo el mundo, las que respiraron con alivio cuando se acabó la amenaza del nazismo. Los alemanes mataron o desplazaron por la fuerza a más de la mitad de su población entre 1941 y 1944. Fue el país en el que se produjo la mayor carnicería durante la Guerra Mundial.

Tampoco hablaron, apenas, de ellos los voluntarios españoles que iban a desfilar por las calles de Moscú y cantaban para animar su larga y penosa marcha una cancioncilla de letra intencionadamente jocosa:
Voluntario alegre, que a Rusia te vas, con rancho de hierro para caminar...

jueves, 3 de marzo de 2011

¿Por qué un libro sobre la División Azul?

¿Por qué un libro sobre la División Azul? Sobre todo por una razón de índole personal, que es la de comprender qué llevó a casi cincuenta mil hombres que habían acabado una guerra de tres años a emprender otra, a seis mil kilómetros de distancia. Lo que pasa es que cuando uno, en la distancia de setenta años, entra en las razones de quienes emprendieron una aventura semejante, es posible que aún comprenda menos lo sucedido. Fueron a acabar con el enemigo del régimen franquista, que era un monstruo de tres cabezas cuando se mira la propaganda: el comunismo, el judaísmo y la masonería. La aventura terminó provocando muchos miles de muertos, sufrimientos sin cuento, y acabó por ser una colaboración con uno de los sistemas más monstruosos de la Historia, el de Hitler. Los españoles vieron colgar de los árboles los cuerpos de judíos exánimes, vieron matar a prisioneros rusos cuando caían exhaustos en las cunetas… y participaron en una crueldad que ha pasado a ser de las peores que registra la humanidad: el sitio de Leningrado, hoy San Petersburgo, en el que murieron un millón largo de civiles.    

CÓMO SE GESTÓ LA DIVISIÓN AZUL




La historia empieza el 21 de junio de 1941 en el hotel Ritz, el más lujoso de Madrid, donde tres hombres se reúnen para comer. Son tres importantes jerarcas del régimen franquista: Ramón Serrano Suñer, Manuel Mora Figueroa y Dionisio Ridruejo.
(…)
Lo que une a los tres hombres, que mantienen posturas algo divergentes, es la seguridad de que Alemania va a ganar la guerra. Y que es preciso estar a su lado. Eso y la convicción de que hay que restarle poder al ejército y a los partidarios de la monarquía. Los comensales consideran que hay muchos aliadófilos en la cúpula militar. Entre ellos se cuentan el antecesor de Serrano en Asuntos Exteriores, el coronel Beigbeder y el embajador español en Londres, el duque de Alba.

La formación de un cuerpo expedicionario que luche junto a los alemanes contra los rusos sería muy útil para todo eso. Y no está fuera de las cabezas de muchos fundamentalistas del partido único la idea de que un cuerpo así pudiera ser el germen de una especie de ejército de la Falange. Lo que se frustró en abril de 1937, cuando se disolvieron por la fuerza las academias de guerra falangistas en Salamanca. Manuel Mora Figueroa ha sido jefe de las Milicias de Falange. Las que quieren estar en la guerra.
(…)
El primero en conocer la noticia de la invasión (alemana de Rusia) ha sido el ministro de Asuntos Exteriores, Ramón Serrano Suñer, al que alguien de la embajada alemana, o quizá el corresponsal de la agencia EFE en Berlín, Ramón Garriga, ha llamado por teléfono a las seis de la mañana. El embajador en la capital alemana, el general Espinosa de los Monteros, no ha cumplido con su obligación, porque prefiere esperar a que la noticia esté confirmada, por lo que se llevará una buena bronca del ministro alemán de Exteriores, Joachim von Ribbentrop. Serrano se ha levantado de la cama y ha ido a despertar a Franco para comunicársela.
En las horas que siguen, Serrano le suelta a Franco la propuesta de formar la unidad de voluntarios para luchar junto a los alemanes «contra el enemigo común». Serrano habla con el embajador alemán, Eberhard von Stohrer, para hacerle la oferta, que es «un gesto de solidaridad [...] independiente de la entrada completa y total de España en la guerra al lado del Eje, que tendrá lugar en el momento apropiado». Hitler conoce pronto la noticia y acepta el ofrecimiento con «agrado y satisfacción». De modo que España no entra en la guerra, pero enviará soldados a participar en ella, y se encuentra en un estado de «beligerancia moral». Un estado peculiar, muy poco descrito en los libros anteriores a esta guerra y menos aún en los tratados de relaciones internacionales.
Contra los bolcheviques, los masones y los judíos.
Y, de paso, los maricones.

miércoles, 2 de marzo de 2011

EL REGALO DE FRANCO PARA HITLER



La lista de Franco para el Holocausto



El régimen franquista ordenó en 1941 a los gobernadores civiles elaborar una lista de los judíos que vivían en España. El censo, que incluía los nombres, datos laborales, ideológicos y personales de 6.000 judíos, fue, presumiblemente, entregado a Himmler. Los nazis lo manejaron en sus planes para la solución final. Cuando la caída de Hitler era ya un hecho, las autoridades franquistas intentaron borrar todos los indicios de su colaboración en el Holocausto. EL PAÍS ha reconstruido esta historia y muestra el documento que prueba la orden antisemita de Franco


Al final de la II Guerra Mundial, el régimen de Franco intentó con relativo éxito confundir a la opinión pública mundial con la fábula de que había contribuido a la salvación de miles de judíos del afán exterminador nazi. No solo era falso lo que la propaganda franquista pretendía demostrar. En la España del dictador hubo la tentación de contribuir a acabar con el "problema judío" en Europa.

La paciente labor de un periodista judío, Jacobo Israel Garzón, ha conseguido que aflorara el único documento conocido sobre el asunto, conservado por obra de la casualidad en el Archivo Histórico Nacional, y proveniente del Gobierno Civil de Zaragoza. Lo publicó en la revista Raíces. A partir de ese trabajo, EL PAÍS ha continuado la indagación y ha reconstruido la historia completa de la frustrada colaboración con el Holocausto. Quiénes fueron sus protagonistas y sus cómplices. Una historia que cambia la Historia.
El 13 de mayo de 1941, todos los gobernadores civiles españoles reciben una circular remitida el día 5 por la Dirección General de Seguridad. Se les ordena que envíen a la central informes individuales de "los israelitas nacionales y extranjeros afincados en esa provincia (...) indicando su filiación personal y político-social, medios de vida, actividades comerciales, situación actual, grado de peligrosidad, conceptuación policial". La orden la firma José Finat Escrivá de Romaní, conde de Mayalde, el último día de su permanencia en el cargo, porque va a ser relevado por el coronel Galarza. De ese puesto va a saltar en pocos días al de embajador de la España de Franco en Berlín.
El conde es un personaje refinado y culto, y muy amigo de Ramón Serrano Suñer, el hombre fuerte del régimen [fue ministro de Interior y Asuntos Exteriores], que es quien le va dando los distintos cargos que ostenta. Ha prestado grandes servicios a Serrano y a Franco, como el de organizar a los policías que, en connivencia con el embajador Lequerica y la Gestapo, utilizando a un siniestro policía de apellido Urraca, consiguió traer a Companys y Zugazagoitia a España para sufrir una burla de juicio y ser fusilados.
José Finat hizo buenas migas con Himmler cuando este visitó España en octubre de 1940. Himmler pudo asistir a un espectáculo que le pareció cruel: una corrida de toros en Las Ventas. En esos días, ambos pusieron al día una vieja colaboración firmada por el general Severiano Martínez Anido en 1938. Gracias a ese acuerdo, la policía política alemana goza de status diplomático en España, y puede vigilar a sus anchas a los treinta mil alemanes que viven aquí.
Dentro de poco más de un mes, Finat va a ocupar su cargo de embajador en Berlín. Allí podrá entregar en persona a Himmler sus listas de judíos. Si España entra en la guerra, serán un buen regalo para los nazis. Antes va a tener tiempo suficiente para dar una paliza y emplumar por maricón a un cantante, Miguel de Molina. Le ayudará el falangista Sancho Dávila, primo del fundador del partido fascista.
El objetivo del Archivo Judaico no consiste en defender al régimen de la posible acción subversiva que puedan realizar los refugiados que pasan por España huyendo de la persecución nazi. Esos son conducidos directamente a Portugal para que se marchen a Estados Unidos, o internados en el campo de concentración de Miranda de Ebro hasta que se sepa qué hacer con ellos. De lo que se trata, sobre todo, es de tener controlados a los judíos españoles de origen sefardí:
"Las personas objeto de la medida que le encomiendo han de ser principalmente aquellas de origen español designadas con el nombre de sefardíes, puesto que por su adaptación al ambiente y similitud con nuestro temperamento poseen mayores garantías de ocultar su origen y hasta pasar desapercibidas sin posibilidad alguna de coartar el alcance de fáciles manejos perturbadores".
El trabajo no va a ser fácil por esa capacidad de adaptación que tienen los judíos. Sobre todo en lugares que no sean como Barcelona, Baleares y Marruecos, donde había antes de la guerra "comunidades, sinagogas y colegios especiales", y eso permite una mayor facilidad de localización.
La circular no oculta la urgencia de la acción. Hay que proteger al Nuevo Estado de la posible actuación de estos individuos, que son "peligrosos".
El coronel Valentín Galarza está poniendo patas arriba el ministerio que le ha dejado Serrano Suñer, infestado de falangistas revolucionarios. Pero no va a destrozar toda la obra de su antecesor. El Archivo Judaico se va a seguir completando con carácter de urgencia al principio y con metódica seriedad después.
¿No son acaso los judíos y los masones los enemigos fundamentales del Nuevo Estado?
Cuando haya pasado el tiempo, el Archivo Judaico será ocultado y sistemáticamente destruido, como toda la documentación comprometedora para el régimen franquista en relación con la persecución antisemita realizada en los años cuarenta. Cuando deje de ser urgente tener listas completas de israelitas y haya que justificar la patraña de que el régimen surgido del 18 de julio ayudó en todo lo posible para que se salvaran muchos judíos de la persecución nazi.
En mayo de 1941, cuando se envía la circular, resulta muy significativa la desaparición de las guardias de falangistas de la puerta del Ministerio de la Gobernación. Ya no se trata de que la represión la lleve la Falange por su cuenta, como si fuera un poder autónomo del Estado. Se trata de que el Nuevo Estado asume comportamientos que le identifican con los de la Alemania nazi, pero mediante las instituciones tradicionales, o sea, en este caso, la Policía y la Guardia Civil. Eso sí, "auxiliados por elementos de absoluta garantía".
Esos elementos son falangistas entusiastas de la represión, que hay muchos. Porque continúa en funcionamiento la Delegación Nacional de Información e Investigación, con sedes en muchos municipios españoles. Hay más de tres mil agentes del partido repartidos por toda la geografía nacional, que elaboran sin descanso expedientes sobre sospechosos. En el año anterior han escrito más de ochocientos mil informes y han elaborado fichas sobre más de cinco millones de ciudadanos. Los miembros de las delegaciones hacen informes constantes sobre la situación política en cada lugar, sobre el estado de la opinión pública, y sobre los antecedentes políticos de cualquier ciudadano que aspira a un puesto de trabajo. Y tienen el privilegio de participar en interrogatorios policiales y torturas en comisarías o cuartelillos.
A veces, fuera de las dependencias judiciales. El ricino y las palizas callejeras están a la orden del día.
Con el cambio de destino del conde de Mayalde, los falangistas dejan de ser los que encabezan este tipo de investigaciones, pero están. Siguen estando. (...)

martes, 1 de marzo de 2011

LA BATALLA DE KRASNI-BOR. EL GRAN MOMENTO DE LA DIVISIÓN AZUL EN EL FRENTE DEL ESTE


Desde el día 17, los hombres, que llegan a Sablino en camiones, luchan casi a ciegas metidos en masas boscosas, sometidos a un fuego de artillería intensísimo que comienza a provocar muchas bajas. La temperatura alcanza los cuarenta grados bajo cero. Los ataques rusos se repiten. Unas veces, bombardeos; otras, oleadas de infantería, de hombres que se arrojan hacia las bocas de fuego de los españoles sin que parezca importar cuántos caen en el empeño. Los oficiales españoles hablan de bajas cuantiosas, incontables. Durante cinco días esa es la rutina. Una rutina que alcanza su apogeo el día 22.
El 2º Batallón está muy mermado, como les sucede a muchas unidades en el frente. Cuenta con quinientos hombres distribuidos en cuatro compañías, numeradas de la 5 a la 8, más una de ametralladoras y una sección de morteros.
(…)
El día 30, llegan a la retaguardia, a Slutz. El teniente Francisco Soriano Frade y veintiséis hombres más. Uno de ellos es Benigno Cabo. Atrás ha dejado, sin poder darles sepultura, a cuatro amigos.
Veintisiete hombres. Es todo lo que queda de los pocos más de quinientos que acudieron hace doce días al frente del Ladoga. Ciento veinticuatro han muerto, doscientos once han resultado heridos, sesenta y seis son baja por congelados, noventa y dos han desaparecido, y otros doce están enfermos. En Mestelevo se van a enterrar los treinta y dos cuerpos que se consigue recuperar. Los pocos supervivientes que han salido indemnes, con el teniente Soriano a la cabeza, les rinden honores. Desfilan con orgullo y la bandera desplegada ante las tumbas de sus camaradas. La bandera está nueva, la acaban de recibir desde Logroño.

LA DISOLUCIÓN DE LA DIVISIÓN AZUL




La noticia de la caída de Mussolini es pésima para Franco pero, de forma inopinada, el que los alemanes tengan que entrar en Italia ayuda a su posición cada vez más asentada de resistir las presiones. Lo último que desean ahora los alemanes es que se pueda abrir otro frente en la península Ibérica, mucho más difícil de defender de un ataque aliado y con una frontera inmediata con Francia mucho más accesible que la italiana. Ya no se van a producir más presiones intervencionistas sobre el gobierno de Franco. Para Hitler es suficiente que España no se apunte al bando de sus enemigos y que le siga vendiendo wolframio para reforzar la punta de sus balas.

La División Azul es ya, abiertamente, una molestia. Los embajadores aliados no aceptan, como se lo han hecho saber a Jordana después del discurso de Franco, el argumento de que están en Rusia sólo para luchar contra el comunismo, y presionan para que se retire. El 28 de julio, el embajador americano se lo ha exigido abiertamente al caudillo; el 20 de agosto lo hace el embajador británico, en una insólita reunión en el Pazo de Meirás, donde el caudillo descansa. Al inglés le dice el caudillo que sus peticiones serán atendidas. Pero Hoare mete la pata y permite que la prensa inglesa venda la vuelta de la División Azul como una victoria de su diplomacia. Durante unos días, los problemas de Jordana se centran en los alemanes, a los que hay que calmar porque le reprochan que España haya cedido alas presiones de sus enemigos.
El 24 de septiembre, el Consejo de Ministros decide que la División 250 se disuelva y emprenda la vuelta a casa. Eso sólo plantea un problema: que los alemanes quieran, porque no se trata de una unidad española. O sea, que se convierte en un problema diplomático al que tienen que hacer frente el conde de Jordana y el embajador Vidal.

Tampoco los alemanes tienen ya en gran valor su importancia bélica. La división es un símbolo, y esa materia no es de fácil tratamiento.

Está claro que hay que sacar de Rusia a los voluntarios. Pero ¿cómo hacerlo? Con mano suave. Los argumentos presentados a los responsables alemanes son los que resultan obvios: están cansados, no han sido relevados nunca del frente y la recluta ha dejado de funcionar. No hay más voluntarios, salvo los que consiga enrolar una esforzada FET y de las JONS que pierde en el Consejo de Ministros batalla tras batalla.
El 1 de octubre Hitler aprueba que se vayan.Es una coincidencia, pero ese mismo día, que el calendario franquista señala como el de la celebración de su ascensión a la categoría de jefe del gobierno del Estado, Franco pronuncia un discurso de autoexaltación, como siempre, pero que contiene una novedad: definir España como país neutral, dejando ya a un lado para siempre el concepto tan extravagante de la no beligerancia, que resulta poco comprensible para las diplomacias internacionales.
Una definición de la propia postura que, curiosamente, sólo parece entender Stalin, quien no se ha molestado en declarar la guerra a Franco pese a que tiene soldados luchando contra los suyos en tierra rusa.

Twitter Facebook More

 
Design by Free WordPress Themes | Bloggerized by Lasantha - Premium Blogger Themes | Dcreators